El año pasado se suicidó un estudiante de la Universidad Javeriana. Se llamaba Jhonnier David Coronado Vanegas, era un estudiante de Tame Arauca y tenía una beca del gobierno nacional (programa Ser Pilo Paga del gobierno Santos, que el gobierno Duque cambió por Generación E -Excelencia/Equidad-). En ésta resolución del Ministerio de Educación, en la página 10, en el numeral 49, aparece la distinción Andrés Bello a este estudiante.
En medios de comunicación hablaron mucho del tema. Aquí hay una entrevista de la emisora LaFM a uno de sus compañeros. Como esta entrevista, hubo muchos comentarios y artículos sobre el tema. Todos coincidieron en que el muchacho sufría de depresión y en que la causa a este tipo de situaciones es la presión social y económica y, muy especialmente, la cultura (la cultura se come todo, no solo la estrategia, parafraseando a Peter Drucker).
También plantearon que influye mucho la presión académica, pues hay muchos factores que los numeritos de las Pruebas ICFES (Saber 11) no miden. Uno de esos factores es la capacidad de insistir en cambiar un mundo que debe ser cambiado y de no rendirse, de seguir luchando a pesar de tener evidencia de que se fracasará y que ese fracaso será por la cultura y no porque uno esté equivocado o porque uno sea incapaz (eso que llaman resiliencia y que hoy es tema de moda). Y entonces, esa certeza del fracaso, sin importar la resilencia, genera un sinsentido de la vida que lleva a ese extremo del suicidio o también a los extremos de la violencia y la guerra.
Sobre ese sinsentido que lleva al suicidio, leí en un artículo dice lo siguiente: "El suicida entonces, a mi modo de ver, es antes que nada alguien que se atreve a expresar, del modo más rotundo y dramático, su inconformidad con un mundo muy mal construido". Y yo agregaría, "que no será posible deconstruir".
Entonces recordé la novela El Tunel de Ernesto Sábato, del cual transcribo un fragmento que me impactó cuando leí esa novela hace más de veinticinco (25) años:
Entonces recordé la novela El Tunel de Ernesto Sábato, del cual transcribo un fragmento que me impactó cuando leí esa novela hace más de veinticinco (25) años:
"...El suicidio seduce por su facilidad de aniquilación: en un segundo, todo este absurdo universo se derrumba como un gigantesco simulacro, como si la solidez de sus rascacielos, de sus acorazados, de sus tanques, de sus prisiones no fuera más que una fantasmagoría, sin más solidez que los rascacielos, acorazados, tanques y prisiones de una pesadilla.La vida aparece a la luz de este razonamiento como una larga pesadilla, de la que sin embargo uno puede liberarse con la muerte, que sería, así, una especie de despertar. ¿Pero despertar a qué ? Esa irresolución de arrojarse a la nada absoluta y eterna me ha detenido en todos los proyectos de suicidio. A pesar de todo, el hombre tiene tanto apego a lo que existe, que prefiere finalmente soportar su imperfección y el dolor que causa su fealdad, antes que aniquilar la fantasmagoría con un acto de propia voluntad. Y suele resultar, también, que cuando hemos llegado hasta ese borde de la desesperación que precede al suicidio, por haber agotado el inventario de todo lo que es malo y haber llegado al punto en que el mal es insuperable, cualquier elemento bueno, por pequeño que sea, adquiere un desproporcionado valor, termina por hacerse decisivo y nos aferramos a él como nos agarraríamos desesperadamente de cualquier hierba ante el peligro de rodar en un abismo..."
Tenía guardado en mi blog estas ideas desde el día del suicidio del estudiante y algo de esto había compartido en un grupo de WhatsApp con profesores. Hoy volvieron a mi memoria y decidí escribir y publicar porque leí la noticia sobre la Pastilla Mortal en Holanda, una pastillas que le permite a las personas mayores de setenta (70) años decidir cuándo morir, sin importar su estado de salud. Y entonces me declaro en desacuerdo, pues una cosa es que una persona decida terminar su vida en un momento desesperado, como lo narra Sábato en El Tunel y otra muy diferente es que como sociedad y como gobierno se deje el camino libre para morirse. Yo decido aferrarme a la vida, sin importar los obstáculos que debamos enfrentar.
Finalmente, pienso que debemos enseñarle a nuestros estudiantes y familiares a que se aferren a la vida, sin importar que a veces nos invada ese sinsentido de que nada puede cambiarse. Y también, debemos estar pendientes de aquellas personas que nos dan señales de querer llegar a ese extremo e intentar evitarlo...
Finalmente, pienso que debemos enseñarle a nuestros estudiantes y familiares a que se aferren a la vida, sin importar que a veces nos invada ese sinsentido de que nada puede cambiarse. Y también, debemos estar pendientes de aquellas personas que nos dan señales de querer llegar a ese extremo e intentar evitarlo...