Hace 20 años me gradué y empecé a ser profesor y profesional de ingeniería. Debí graduarme 2 años antes, pero me puse a trabajar y cumplí la promesa de esperar a quien fue mi esposa...
Fueron 18 años de estudio, desde los 6 años que murió mi papá. Fueron años de verdadero esfuerzo y disciplina, siempre con excelencia, siempre destacando, siempre superando expectativas... Siempre sacrificando cosas, viviendo en función de un futuro mejor, pero dejando pasar el presente...
Luego vino la maestría y matrimonio y comprar apartamento y cambiar de trabajo y más trabajo... Cumplir sueños tardíamente, que dejan de ser sueños y pasan a ser compromisos, casi obligaciones... Y fue igual, vivir en función del futuro, dejando pasar el presente...
Ahí fueron 20 años. Los primeros 12 años previos fueron un insistir permanente por un nosotros que jamás fue posible. Y los últimos 8 años fueron difíciles, enfrentando una enfermedad mental, insistiendo en un nosotros...
Siempre he pensado que es mejor una vida sobria e incluso pobre y con apuros económicos, pero con familia, amigos y amor. Siempre quise tener a mi edad una familia, tener hijos entre los 30 y los 36 y así llegar al medio siglo con alegrías y aún más sueños...
Por ese camino de la vida fui olvidándome de mi mismo, haciendo feliz a los demás, salvando a otros, salvando el mundo...
Pero me fui quedando sólo y sin fuerzas, me fui llenando de tristeza y frustración, me fui resignando a esperar la muerte vacío y solo, aunque hubiese hecho lo imposible...
Y un día sucedió algo extraño dentro de mí, quizás Dios, la suerte, el universo... no se qué fue, quiero creer que fue Dios. Apareció una luz, un fuego, un viento, una brisa... y salí de ese adormecimiento y tomé decisiones y empecé a hacer cambios de vida y a vivir esos cambios...
Y esa luz siguió brillando, cada vez más... Y ahora soy cautivo de esa luz. En sus propias palabras, estoy embelesado, en mis palabras estoy obnubilado...
Y con la experiencia vivida me aferro a esa luz hoy y no pienso en mañana. No se cuántos mañanas me quedan. A diario siento miedo de no despertar. Y siento más miedo cuando no hay nadie que me diga buenas noches y nadie a quién decirle buenas noches. Entonces recurro a la poesía, ese refugio que me ha salvado desde niño.
A veces intento escribir, otras busco y leo... Hoy escribí ésto:
Mi mayor miedo es no despertar
Y que algo se quede sin decir
Y que algo se quede sin hacer
Y que algo se quede sin entregar.
Por eso suelo hablar y hablar y hablar...
Por eso suelo proponer, hacer, querer...
Por eso suelo dar y dar y dar...
Antes decía, hacía y daba al máximo
en el trabajo, en la familia en la sociedad...
Pero comencé a sentirme sólo, vacío y viejo
sin un abrazo, sin un saludo, sin una despedida
Y tú apareciste en ese momento de mi vida
Y me has dado mucho más que nadie antes...
Por eso suelo quererte tanto,
Por eso suelo repetirte lo que siento ...
Por eso suelo extrañarte...
Sólo déjame hacerlo,
Eso no me quita el miedo a no despertar,
pero si me llena de alegría y tranquilidad.
Y cuando te moleste o te hiera o te canses,
Sólo déjame saberlo,
yo sabré entender y manejarlo,
será simplemente cerrar la rendija
de esa celda oscura
que un día iluminaste...
Voy a dormir, a intentarlo... Dios mediante...
Si mañana despierto, seguiré luchando, intentando vivir de verdad, trabajando por mí y mi presente, trabajando porque esa luz siga iluminando mi vida...
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