miércoles, 20 de enero de 2021

Vigilar y Castigar - Foucault

Durante muchos años aplacé la lectura de Foucault. Si mi memoria no falla, fue desde una tarde de 1997, cuando escuché en la UFPS al profesor Adolfo Ibarra repetir muchas veces "Las palabras y las cosas". En alguna ocasión comencé ese libro en formato digital, pero lo abandoné. Sigo prefiriendo los libros físicos, pese a que soy promotor y formador (y también crítico) de lo digital. Incluso, hay libros digitales que he impreso para leerlos. Posiblemente no estaba preparado para Foucault, hasta hace unas semanas que me regalaron una versión impresa de Vigilar y Castigar y no paré de leerlo. Cada oración, cada párrafo y el estilo de la escritura me confirmaron experiencias, ideas, hipótesis, creencias y me recordaron otras lecturas.

El subtítulo de Vigilar y Castigar es "nacimiento de la prisión", pero pienso que es mucho más que eso. No es simplemente un texto histórico o una genealogía, no es solo un ensayo sobre los mecanismos de represión, vigilancia y castigo. En realidad, es un ensayo sobre cómo funciona el poder (o mejor las redes de poder), sobre su capacidad para obrar disfrazado, manipulando los detalles para normalizar y excluir la diferencia, vigilando y castigando no para corregir sino para administrar los ilegalismos. Los detalles históricos del libro son evidencia innegable, respaldo fáctico y documental de que, en esencia, muy poco ha cambiado durante siglos en materia del poder...

Mi conclusión del libro (muy personal) es que toda nuestra sociedad funciona como una prisión o mejor, como el ideal de una prisión. Son abundantes las comparaciones (y evidencia) con la escuela,  el hospital, la fábrica, el cuartel, el convento y hasta la familia. En estas pequeñas instituciones se aprecian las jerarquías, los rangos, la disciplina, la vigilancia, el castigo y hasta el suplicio. Eso de "humanidad" es meramente una palabra suave y bonita para nombrar la realidad, para nombrar la estrategia, táctica y mecanismos de las redes de poder...

El libro se organiza en cuatro (4) partes con diez (10) capítulos: (i) suplicio (capítulos 1 y 2), (ii) castigo (capítulos 3 y 4), (iii) disciplina (capítulos 5, 6 y 7) y (iv) prisión (capítulos 8, 9 y 10). En la versión física subrayé un montón de ideas y cada vez que releo subrayo y escribo notas al margen. Pues todo el libro contiene una cantidad de hechos (realidades) y argumentos que siguen vigentes y que nos ayudan a comprender y a manejar la complejidad del poder...

No soy filósofo ni pretendo serlo. Tampoco soy sociólogo, antropólogo, ni político y mucho menos escritor o crítico literario. Simplemente me gusta leer y escribir sobre lo que leo. Y por el interés que me generó este libro, quiero transcribir y comentar algunas ideas, a las cuales es muy seguro que regresaré a futuro en muchas ocasiones... Y como una imagen vale más que mil palabras, esta ilustración, que aparece al final del libro, dice muchísimo...

Ilustración citada en el libro. Referencia la obra de Nicolas Andry sobre la Ortopedia

 

I. Suplicio

Mi primer contacto con la palabra suplicio tiene origen familiar y religioso. Mi mamá solía usar esa palabra cuando quería expresar su molestia o dolor por algo: "Ay Dios mío, qué suplicio" era su expresión, que ya no usa... Siempre que le preguntábamos a mi mamá por una palabra, nos decía "busque en el diccionario" y allí buscábamos. Recuerdo que teníamos un Diccionario Aristos antiguo, una edición parecida a esta que hay en Web Archive, que con el tiempo se deterioró y que a hoy está perdida (algún dia he de rescatar una edición de esas).

Cuando el diccionario no era suficiente para saciar nuestra curiosidad, mi mamá nos remitía a algun libro. Y el libro con más ilustraciones de suplicios es la Historia Sagrada: los azotes a Jesús, la corona de espinas, el camino al calvario, la crucifixión...  Y en las clases de catequesis y en la misa siempre oí la expresión "mortificar el cuerpo para salvar el alma"...

Hablar de suplicios y castigos implica remitirse a las leyes (normas). A través de toda la historia el hombre ha creado leyes y el irrespeto a estas se considera un delito y es un problema que se resuelve con un castigo. Los delitos y los castigos aparecen detallados en las normas, como se puede apreciar en dos ejemplos antiguos: la Biblia y el Código de Hammurabi (para no citar las extensas normas actuales).

Fragmento de la Biblia, Levítico 5

Fragmento Código de Hammurabi
 

En la antigüedad, cuanto más severo y cruel el castigo, mucho mejor para todos, al punto de imponer el suplicio, el peor de los castigos, lo más parecido a eso que la religión enseñaba como el infierno, un castigo permanente, sin fin y muy doloroso. Y el suplicio era lo acostumbrado en Europa, en especial Francia, durante los siglos a los que se refiere Foucault en su libro (XVI al XIX). Posiblemente el suplicio es una herencia de la Inquisición (o mucho antes) y fue cambiando durante la Edad Media y luego con la llegada de la modernidad, hasta el establecimiento de la prisión. Parte de esa evolución es narrada por Foucault.

En Vigilar y Castigar se inicia citando el caso de Damiens, un condenado al suplicio en el año 1757. Los detalles que narra Foucault son mejores que cualquier efecto visual de película o cualquier artificio de la realidad virtual de nuestros tiempos: 

"...se le verterá plomo derretido, aceite hirviendo, pez resina ardiente, cera y azufre fundidos juntamente, y a continuación, su cuerpo estirado y desmembrado por cuatro caballos y sus miembros y tronco consumidos en el fuego, reducidos a cenizas y sus cenizas arrojadas al viento..."

Lo más interesante en esta primera parte es que Foucault expone el suplicio como un mecanismo de poder, como un procedimiento que demuestra al pueblo el poder de castigar cuando se viola la norma, pues el delito se convierte en un acto de guerra, en una insurrección o sublevación que no puede permitirse. El poder es tan grande que se puede ejercer como suplicio sobre el cuerpo de quien comete un delito, como si el cuerpo fuese propiedad del poderoso. De ahí que el primer capítulo se titule "El cuerpo de los condenados".

También se muestran detalles sobre la injusticia del suplicio, usado en muchas ocasiones para lograr una confesión del delincuente, como mecanismo para obtener la verdad y como instrumento para que la atrocidad del delito se manifieste en el castigo y el delincuente reciba el mismo sufrimiento que causó al delinquir.

Además de la crueldad del suplicio, se generaba todo un espectáculo público, para diversión del pueblo o para atemorizarlo y enseñarle que la norma debe cumplirse, so pena de recibir el mismo destino. También, como una manera de mostrar a todos la grandeza del poderoso, su infinito poder de hacer sufrir a quien se salga de la norma, de los límites ordenados. De ahí que el segundo capítulo se titule "La resonancia de los suplicios".

Esta primera parte, el libro muestra muchos detalles sobre la crueldad (maldad) de lo que le sucedía a un delincuente (o a un inocente caído en desgracia ante los poderosos). También muestra la corrupción o abusos de poder y enfatiza sobre lo equivocado del suplicio como un instrumento de poder sobre el cuerpo y sobre su fracaso como medida para enfrenta el delito. En su lugar, propone no mortificar el cuerpo sino el alma, no castigar sino corregir. A partir de ahí enfatiza sobre las demandas de unos e iniciativas de otros para cambiar los castigos y acabar con el suplicio, dando así paso a la parte II.

A continuación algunas citas que destaco de la parte I:

"Es feo ser digno de castigo, pero poco glorioso castigar"

"El psicólogo pulula como un modesto funcionario de la ortopedia moral"

"Que el castigo, si se me permite hablar así, caiga sobre el alma más que sobre el cuerpo"

"El cadalso no pierde su presa"

II. Castigo

La parte II explica por qué fracasa el suplicio y debe cambiarse por otros castigos menos crueles. Deja claro que la abolición del suplicio no es por un cambio filosófico y de pensamiento hacia el humanismo, sino una estrategia de poder, una tecnología y economía del poder. Sencíllamente, no se trata de evitar el delito ni de corregir, no se trata de las personas, se trata de mantener el poder en una red de poderosos y de ejercer ese poder.

Todo poder degrada en corrupción y esto se refleja en algo que Foucault llama "pequeños ilegalismos":

"En suma, el juego recíproco de los ilegalismos formaba parte de la vida política y económica de la sociedad"

A veces los ilegalismos aparecen como una mera exención, como un privilegio a determinados individuos o grupos. Estas exepciones a las normas son simplemente un mecanismo de poder. Y aquellos que no tenían privilegios (porque no eran poderosos), lograban en ocasiones acceder a los ilegalismos por la fuerza y por obstinación. En consecuencia, se generó una cultura de tolerancia y estímulo a los ilegalismos que obligó a un cambio en el sistema.

En la búsqueda de nuevos castigos y de acabar el suplicio, surgieron diferentes corrientes de pensamiento y propuestas de cambio. Todas estas propuestas implicaban un Castigo Generalizado (título del capítulo 3), con el fin de aplicar siempre el mismo castigo al mismo delito y conseguir que la severidad del castigo fuese consistente con la gravedad del delito. Además, con el fin de evaluar si el castigo está generando cambios en el delincuente que ameriten reducir su pena de manera gradual. Básicamente se persigue una taxonomía (llevar a lo judicial lo que hizo Linneo​ en el mundo natural) de delitos y castigos que se puedan aplicar de manera general y no personalizada. Un sistema más justo y menos cruel que los suplicios.

Esto lleva a una reducción en la crueldad de los castigos y a una cultura de corregir (una ortopedia moral), por lo que el capítulo 4 se llama La benignidad de las penas. Y Foucault insiste mucho en que el humanismo no es la corriente de pensamiento que impulsó esos cambios jurídicos, esa humanización de los castigos y desaparición del suplicio. En realidad, puesto que el suplicio era una forma de tiranía, una degradación del poder y puesto que los delitos aumentaban y la población aumentaba, se podría generar la sublevación de las masas y el poder quedaba en riesgo. Era necesario un cambio, era necesario "administrar los ilegalismos", es decir, no se trata de combatir el delito y la corrupción sino de administrarla a conveniencia del poderoso.

El cambio fue muy inteligente. El suplicio era una forma de venganza, un castigo del rey poderoso (Foucault lo llama el soberano), un mecanismo para combatir la sublevación, la anarquía, la osadía de contrariar las leyes, el irrespeto de obrar diferente cuando el mandato es normalizar. Desde esta perspectiva el castigo era malo, era costoso en lo político y lo económico y no ayudaba en nada al sistema de poder.

El cambio consistió en mostrar al soberano como un ser benevolente, benigno, misericordioso, respetuoso del cuerpo y del alma, moralista, místico, un dios... Y el delito y el delincuente se muestran como una amenaza para toda la sociedad. Quien comete un delito ataca a toda la sociedad y quien castiga ese delito está defendiendo a toda la sociedad. De esa manera el que castiga es un defensor, un salvador y obra como un educador que corrige al delicuente, como un ortopedista que corrige una mala postura moral. De esta manera se pasa del suplicio al castigo correctivo, lo que conlleva a la disciplina y la vigilancia (partes III y IV).

A continuación algunas citas de la parte II:

"...Siempre que se reúna en un mismo lugar una gran cantidad de obreros, habrá entre ellos necesariamente muchos bribones..."

"...Hay que concebir un sistema penal como un aparato para administrar diferencialmente los ilegalismos, y no, en modo alguno, para suprimirlos todos..."

"Todo malhechor, que ataca el derecho social, se convierte, por sus crímenes, en rebelde y traidor a la patria...El derecho de castigar ha sido trasladado de la venganza del soberano a la defensa de la sociedad..."

"Humanidad es el nombre respetuoso que se da a esta economía y a sus cálculos minuciosos..."

"...Se trata de constituir un Linneo de los crímenes y de las penas, de manera que cada infracción particular, y cada individuo punible, puedan caer sin arbitrariedad alguna bajo el peso de una ley general..." 

"...Contra una mala pasión, una buena costumbre; contra una fuerza, otra fuerza, pero se trata de la propia de la sensibilidad y de la pasión, no de las del poder con sus armas..."

"...Que los castigos sean una escuela más que una fiesta; un libro siempre abierto antes que una ceremonia..."

"...Dolores para quienes han sido feroces, trabajo para quienes han sido perezosos, infamia para aquellos cuya alma está degradada..."

"...Se aduce la razón de que la ociosidad es la causa general de la mayoría de los delitos..."

"...La prisión, aparato administrativo, será al mismo tiempo una máquina de modificar los espíritus..."

Pienso que esta última cita que sigue resume todo el libro y encierra una realidad compleja y terrible respecto al poder y el saber y su evolución hasta nuestros días:

"...Un déspota imbécil puede obligar a unos esclavos con unas cadenas de hierro; pero un verdadero político ata mucho más fuertemente por la cadena de sus propias ideas. Sujeta el primer cabo al plano fijo de la razón; lazo tanto más fuerte cuanto que ignoramos su textura y lo creemos obra nuestra; la desesperación y el tiempo destruyen los vínculos de hierro y de acero, pero no pueden nada contra la unión habitual de las ideas, no hacen sino estrecharla más; y sobre las flojas fibras del cerebro se asienta la base inquebrantable de los Imperios más sólidos..."

Las partes I y II estremecen el cuerpo y el alma y estimulan el pensamiento, el intelecto, para enfrentarnos a la parte III, que desafía y hace tambalear todo el sistema de creencias y conocimientos sobre el humanismo y nos revela una realidad evidente pero oculta en el sistema de poder y saber de nuestra sociedad...


III. Disciplina

Esta tercera parte me trajo un recuerdo de la niñez. Tenía yo seis (6) años cuando iniciaba la escuela y madrugamos a la primera clase, sin saber que nos correspondía en la jornada de la tarde. Cuando llegamos a la escuela ya estaban todos formados y desde la entrada se veía a los estudiantes más grandes, los de quinto grado. La formación era como un cuartel y era igual que los desfiles de las bandas marciales en ferias e igual que los desfiles de nazarenos en Semana Santa. Y todos eran iguales, salvo por sus rostros, pues el uniforme los hace ver todos iguales.

La postura del cuerpo, la manera de caminar, las técnicas de caligrafía, la forma de vestir, los horarios, los ejercicios, las rutinas, los tiempos para esas rutinas, las jerarquías, el lugar, orden y modo de las cosas... todo eso es la disciplina... Como en un viejo libro de la escuela, sin nombre: "un lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar"

El capítulo 8 se llama Los cuerpos dóciles y trata sobre el control minucioso, el ejercicio de pequeñas fuerzas o pequeños poderes sobre muy pequeños detalles que al juntarse consiguen la docilidad y utilidad de las personas. La disciplina estandariza, normaliza. Es una máquina que crea un ejército al servicio del poder, pero que no podrá nunca derrocarlo, pues logra minimizar el poder individual y maximizar el poder de todo el conjunto a favor de quien ejerce la disciplina.

La disciplina es diferente de la exclavitud, la servidumbre, el vasallaje y el ascetismo, pero logra resultados similares. El recluta no es un esclavo de su superior, pero le obedece, respeta y secunda. En las diferentes jerarquías de la sociedad, la disciplina consigue el respeto, temor y el sostenimiento de un sistema de poder, pero sin ejercer ese poder como propiedad o fuerza sino manipulando finos hilos, detalles invisibles, toda una "microfísica del poder", toda una "anatomía política del detalle".

Entonces los detalles son claves para la disciplina. Yo había escuchado el refrán que dice "el diablo está los detalles" pero en este libro se cita muchísimas veces a Juan Bautista de La Salle (entre otros) para referirse a la importancia que tienen los detalles en el ejercicio del poder:

"...Aunque quienes se ocupan de los detalles son considerados como personas limitadas, me parece, sin embargo, que este aspecto es esencial, porque es el fundamento, y porque es imposible levantar ningún edificio ni establecer método alguno sin contar con sus principios. No basta tener afición a la arquitectura. Hay que conocer el corte de las piedras..." [Maréchal de Saxe]
"...¡Cuan peligroso es no hacer caso de las cosas pequeñas! Una reflexión muy consoladora para un alma como la mía, poco capaz de grandes acciones, es pensar que la fidelidad a las cosas pequeñas puede elevarnos, por un progreso insensible, a la santidad más eminente; porque las cosas pequeñas disponen para las grandes... Cosas pequeñas, se dirá, ¡ay, Dios mío!, ¿qué podemos hacer que sea grande para vos, siendo como somos, criaturas débiles y mortales? Cosas pequeñas; si las grandes se presentan, ¿las practicaríamos? ¿No las creeríamos por encima de nuestras fuerzas? Cosas pequeñas; ¿y si Dios las acepta y tiene a bien recibirlas como grandes? Cosas pequeñas; ¿se ha experimentado? ¿Se juzga de acuerdo con la experiencia? Cosas pequeñas; ¿se es tan culpable, si considerándolas tales, nos negamos a ellas? Cosas pequeñas; ¡ellas son, sin embargo, las que a la larga han formado grandes santos! Sí, cosas pequeñas; pero grandes móviles, grandes sentimientos, gran fervor, gran ardor, y, por consiguiente, grandes méritos, grandes tesoros, grandes recompensas..." [Juan Bautista de la Salle]
Además de los detalles, otro aspecto relevante de la disciplina es el cuadro (la cuadrícula):
"...La primera de las grandes operaciones de la disciplina es, pues, la constitución de "cuadros vivos" que trasforman las multitudes confusas, inútiles o peligrosas, en multiplicidades ordenadas. La constitución de "cuadros" ha sido uno de los grandes problemas de ta tecnología científica, política y económica del siglo XVIII..."

"...Se trata de organizar lo múltiple, de procurarse un instrumento para recorrerlo y dominarlo; se trata de imponerle un "orden"..."
En el sistema de poder, la disciplina opera como una máquina capaz de moldear, de normalizar a todos los individuos según se requiera. El mundo es una cuadrícula gigante y cada uno de nosotros somos piezas idénticas que articuladas (disciplinadas o articuladas por la disciplina) sostienen un complejo sistema donde pocos poderosos deciden nuestro destino:
"...En resumen, puede decirse que la disciplina fabrica a partir de los cuerpos que controla cuatro tipos de individualidad, o más bien una individualidad que está dotada de cuatro características: es celular (por el juego de la distribución espacial), es orgánica (por el cifrado de las actividades), es genética (por la acumulación del tiempo), es combinatoria (por la composición de fuerzas)..."
Y Foucault deja claro que la disciplina y su papel en el ejercicio del poder tiene origen en la guerra y en lo militar y no tanto en los grandes pensadores, filósofos y eruditos. Básicamente somos una sociedad fundada bajo la premisa de la guerra y todo el ejercicio del poder sigue esa herencia:
"...Es posible que la guerra como estrategia sea la continuación de la política. Pero no hay que olvidar que la "política" ha sido concebida como la continuación, si no exacta y directamente de la guerra, al menos del modelo militar como medio fundamental para prevenir la alteración civil. La política, como técnica de la paz y del orden internos, ha tratado de utilizar el dispositivo del ejército perfecto, de la masa disciplinada, de la tropa dócil y útil, del regimiento en el campo y en los campos, en la maniobra y en el ejercicio..."
"Los historiadores de las ideas atribuyen fácilmente a los filósofos y a los juristas del siglo XVIII el sueño de una sociedad perfecta; pero ha habido también un sueño militar de la sociedad; su referencia fundamental se hallaba no en el estado de naturaleza, sino en los engranajes cuidadosamente subordinados de una máquina, no en el contrato primitivo, sino en las coerciones permanentes, no en los derechos fundamentales, sino en la educación y formación indefinidamente progresivos, no en la voluntad general, sino en la docilidad automática."
Yo solía decir "no estamos en el ejército, esto no es un régimen castrense" al cuestionar u oponerme a imposiciones absurdas o no debatidas previamente con los involucrados. Era esa mi idea de la liberdad y la democracia. Pero leyendo a Foucault encuentro que nuestra sociedad es eso. En lugar de ciudadanos somos células,  átomos, pequeñas estructuras disciplinadas desde el hogar y la escuela para mantener un sistema de poder que lleva siglos... La aparente libertad y democracia en que vivimos se sostiene en la misma disciplina sobre la que descansa el poder que nos oprime...

Y lo dice textualmente el capítulo 6 cuando habla de "Los medios del buen encauzamiento":

"...El poder disciplinario, en efecto, es un poder que, en lugar de sacar y de retirar, tiene como función principal la de "enderezar conductas"; o sin duda, de hacer esto para retirar mejor y sacar más. No encadena las fuerzas para reducirlas; lo hace de manera que a la vez pueda multiplicarlas y usarlas. En lugar de plegar uniformemente y en masa todo lo que le está sometido, separa, analiza, diferencia, lleva sus procedimientos de descomposición hasta las singularidades necesarias y suficientes. "Encauza" las multitudes móviles, confusas, inútiles de cuerpos y de fuerzas en una multiplicidad de elementos individuales —pequeñas células separadas, autonomías orgánicas, identidades y continuidades genéticas, segmentos combinatorios."
"La disciplina "fabrica" individuos; es la técnica específica de un poder que se da los individuos a la vez como objetos y como instrumentos de su ejercicio. No es un poder triunfante que a partir de su propio exceso pueda fiarse en su superpotencia; es un poder modesto, suspicaz, que funciona según el modelo de una economía calculada pero permanente. Humildes modalidades, procedimientos menores, si se comparan con los rituales majestuosos de la soberanía o con los grandes aparatos del Estado. Y son ellos precisamente los que van a invadir poco a poco esas formas mayores, a modificar sus mecanismos y a imponer sus procedimientos..."
En todo el capítulo 6 Foucault nos muestra la disciplina en el contexto de la educación, de la pedagogía. Sobre todo cuando habla del examen y del registro documental de todos los detalles y explica su presencia en todos los ámbitos: en el hospital, en la escuela, en el ejército, en los monasterios... La disciplina es "una máquina pedagógica" que encauza la conducta:
"...Educar cuerpos vigorosos, imperativo de salud; obtener oficiales competentes, imperativo de calidad; formar militares obedientes, imperativo político; prevenir el libertinaje y la homosexualidad, imperativo de moralidad..."
Posiblemente en otro momento me refiera con mayor detalle al subcapítulo del examen, por su relación con la educación y la ciencia...
"...El examen combina las técnicas de la jerarquía que vigila y las de la sanción que normaliza. Es una mirada normalizadora, una vigilancia que permite calificar, clasificar y castigar. Establece sobre los individuos una visibilidad a través de la cual se los diferencia y se los sanciona. A esto se debe que, en todos los dispositivos de disciplina, el examen se halle altamente ritualizado. En él vienen a unirse la ceremonia del poder y la forma de la experiencia, el despliegue de la fuerza y el establecimiento de la verdad..."

La parte III cierra con el capítulo 7 El Panoptismo. La idea de El Panóptico como la prision (y la sociedad) perfecta: vigilancia omnipresente y omnipotente, disciplina total, una máquina controlada al detalle que opera con el esfuerzo en conjunto de cada individuo y que se rige por las leyes que establecen los poderosos. Sabemos y aceptamos que estamos vigilados, aunque no podemos ver a quien nos vigila. Y sabemos y aceptamos que si nuestra conducta es contraria a la norma seremos castigados por quien nos vigila. Entonces actuamos según la norma (o simulamos hacerlo), pues vivimos en una prisión panóptica en la que no podemos ocultar nada de lo que hacemos.

No escribiré mucho sonbre el panoptismo. Me limitaré a decir que las Tecnologías de Información y Comunicación (TIC) se han convertido en ese sueño del panóptico, aunque posiblemente esté fracasando y generando un monstruo mucho más complejo y peligroso. Esto nos pone en un dilema ético a quienes trabajamos con TIC...

 

Fuente https://www.nytimes.com/2013/07/21/books/review/the-panopticon-by-jenni-fagan.html

Cierro esta parte con algunas citas del capítulo 7 sobre el panoptismo:

"...Pero lo propio de las disciplinas es que intentan definir respecto de las multiplicidades una táctica de poder que responde a tres criterios: hacer el ejercicio del poder lo menos costoso posible (económicamente, por el escaso gasto que acarrea; políticamente por su discreción, su poca exteriorización, su relativa invisibilidad, la escasa resistencia que suscita), hacer que los efectos de este poder social alcancen su máximo de intensidad y se extiendan lo más lejos posible, sin fracaso ni laguna; ligar en fin este crecimiento "económico" del poder y el rendimiento de los aparatos en el interior de los cuales se ejerce (ya sean los aparatos pedagógicos, militares, industriales, médicos), en suma aumentar a la vez la docilidad y la utilidad de todos los elementos del sistema..."
"...Las disciplinas sustituyen el viejo principio "exacción-violencia" que regía la economía del poder, por el principio "suavidad-producción-provecho". Se utilizan como técnicas que permiten ajustar, según este principio, la multiplicidad de los hombres y la multiplicación de los aparatos de producción (y por esto hay que entender no sólo "producción" propiamente dicha, sino la producción de saber y de aptitudes en la escuela, la producción de salud en los hospitales, la producción de fuerza destructora con el ejército)..."
"...En una palabra, las disciplinas son el conjunto de las minúsculas invenciones técnicas que han permitido hacer que crezca la magnitud útil de las multiplicidades haciendo decrecer los inconvenientes del poder que, para hacerlos justamente útiles, debe regirlas. Una multiplicidad, ya sea un taller o una nación, un ejército o una escuela, alcanza el umbral de la disciplina cuando la relación de una a otra llega a ser favorable..."
"...la disciplina es el procedimiento técnico unitario por el cual la fuerza del cuerpo está con el menor gasto reducida como fuerza "política", y maximizada como fuerza útil..."

 

IV. Prisión

La última parte del  libro presenta todos los detalles sobre el concepto ideal de una prisión, de la mano con el ideal del panoptismo que conjuga la disciplina, la vigilancia y el castigo. Lo que más me cautivó de esta parte es que dedica un capítulo completo a los ilegalismos y enfatiza el fracaso de la prisión y la realidad del poder (y el saber) como único eje de la sociedad actual (pues poco ha cambiado a mi parecer).

Voy a limitarme a transcribir algunas citas de cada capítulo para pasar a concluir y cerrar esta larga entrada, que me ayudó un poco a consolidar las ideas de este primer encuentro con Foucault.

"...La prisión: un cuartel un tanto estricto, una escuela sin indulgencia, un taller sombrío; pero, en el límite, nada de cualitativamente distinto..."

"...Sumido en la soledad, el recluso reflexiona. Sólo en presencia de su crimen, aprende a odiarlo, y si su alma no está todavía estragada por el mal, será en el aislamiento donde el remordimiento vendrá a asaltarlo..."

"...El aislamiento asegura el coloquio a solas entre el detenido y el poder que se ejerce sobre él..."

"...Solo en su celda, el detenido queda entregado a sí mismo; en el silencio de sus pasiones y del mundo que lo rodea, desciende a lo profundo de su conciencia, la interroga y siente despertarse el sentimiento moral que no perece jamás por completo en el corazón del hombre..."

"...La prisión no es un taller; es —es preciso que sea en sí misma— una máquina de la que los detenidos-obreros son a la vez los engranajes y los productos; la máquina los "ocupa" y esto "continuamente, así sea tan sólo con el fin de llenar su tiempo. Cuando el cuerpo se agita, cuando el ánimo se aplica a un objeto determinado, las ideas importunas se alejan, el sosiego renace en el alma..."

"...hay que asombrarse de que desde hace 150 años la proclamación del fracaso de la prisión haya ido siempre acompañada de su mantenimiento..."

 "...Sería preciso entonces suponer que la prisión, y de una manera general los castigos, no están destinados a suprimir las infracciones; sino más bien a distinguirlas, a distribuirlas, a utilizarlas; que tienden no tanto a volver dóciles a quienes están dispuestos a transgredir las leyes, sino que tienden a organizar la trasgresión de las leyes en una táctica general de sometimientos. La penalidad sería entonces una manera de administrar los ilegalismos, de trazar límites de tolerancia, de dar cierto campo de libertad a algunos, y hacer presión sobre otros, de excluir a una parte y hacer útil a otra; de neutralizar a éstos, de sacar provecho de aquellos. En suma, la penalidad no "reprimiría" pura y simplemente los ilegalismos; los "diferenciaría", aseguraría su "economía" general. Y si se puede hablar de una justicia de clase no es sólo porque la ley misma o la manera de aplicarla sirvan los intereses de una clase, es porque toda la gestión diferencial de los ilegalismos por la mediación de la penalidad forma parte de esos mecanismos de dominación. Hay que reintegrar los castigos legales a su lugar dentro de una estrategia legal de los ilegalismos. El "fracaso" de la prisión puede comprenderse sin duda a partir de ahí..."

"...El punto de origen de la delincuencia no lo asignan al individuo criminal (que no es otra cosa que la ocasión o la primera víctima), sino a la sociedad: "El hombre que nos da la muerte no es libre de no dárnosla. La culpable es la sociedad, o para estar más en lo cierto es la mala organización social..."

"...¿Cuál es su profesión? Esta pregunta es la expresión más simple del orden que se establece en la sociedad; la vagancia le repugna y la perturba; es preciso tener una profesión estable, continua, de larga duración, pensamientos de porvenir, de establecimiento futuro, para tranquilizarla contra todo ataque." Es preciso en fin tener un amo, hallarse inserto y situado en el interior de una jerarquía; no se existe sino fijo en unas relaciones definidas de dominación..."

A manera de conclusiones (muy personales...)

Foucault no juzga como malo o bueno ni el poder ni sus mecanismos (como la disciplina, el panoptismo, la prisión...). Pero si deja claro que el poder es el centro de nuestra sociedad y logra mostrarnos que la disciplina constituye la base de todas las estructuras sociales: la familia, la escuela, el hospital, el trabajo, la religión, las fuerzas armadas, el gobierno... todo... y durante siglos...

Algunos consideran que Vigilar y Castigar es una denuncia sobre cómo opera el poder en la sociedad y sobre la paradoja que se genera con relación a las ideas de  libertad y democracia. ¿Somos libres? ¿Participamos de una democracia que nos permite proponer, debatir y decidir? En realidad no. El sistema es tan complejo que desde la familia nos condicionan (mediante la disciplina) a mantenerlo sin cuestionarlo y reproducirlo, a vivir dentro de sus cuadros, a ser uno más de sus individuos. ¿Tiene algo de malo eso? Si....

Lo que Foucault llama los pequeños ilegalismos sigue vigente y  poco a poco el sistema se degrada, se corrompe, llega al borde del precipicio y obliga a realizar cambios. Posiblemente la época actual es ese momento de cambio y depende de nosotros... ¿Estaremos preparados?...

Que todo en nuestra sociedad funcione muy parecido a esa prisión ideal que describe Foucault y que por siglos nada haya cambiado, nos implica un ejercicio  intelectual y ético complejo pero interesante de cara al futuro. En los pequeños detalles de nuestra cotidianidad está la posibilidad de cambiar muchas cosas, pues en esos pequeños detalles y en sus disciplinas es donde reside ese poder invisible que "se asienta inquebrantable y sólido sobre las flojas fibras de nuestro cerebro"...

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