martes, 9 de marzo de 2021

"Prestamos por señas" : Un cuento viejo sobre la Confianza

El pasado sábado dije en una charla que un reto como profesores es generar confianza en el contexto de las TIC y la educación, lo cual es una tarea difícil. Cuando lo dije recordé este libro en el que leí sobre la confianza en el año 2018: ¿Cómo mejorar a Colombia? - 25 ideas para reparar el futuro, editado por el profesor Mauricio García Villegas. Yo supongo que muchas de las cosas que dije en la charla generaron confianza y uno de los organizadores tuvo la gentileza de replicar una entrada de uno de mis blog en  el Blog de la Cátedra UNESCO de Educación a Distancia (CUED) de la UNED (España).

Ayer y hoy estuve pensando nuevamente en eso de la confianza y recordé un cuento que leí muy niño (recién aprendí a leer) en una de  las revistas que heredé de mi papá, donde le publicaban sus versos (la revista es del año 1982). El cuento se titula "Prestamos por Señas" y no hay registro del autor. Inicialmente creí que era una de las crónicas del libro de Honorio Mora Sanchez, pero verifiqué y no lo es. Hoy no pude apagar el computador y busqué la revista, volví a leer el cuento, lo escaneé, lo transcribí y me dispuse a escribir estos párrafos.

Dejo a continuacion la versión escaneada y al final la transcripción. Y cierro diciendo que en esta entrada, curiosamente, se unen todos los blog que tengo (revisen los link)... Eso de la confianza tiene que ser algo clave para cambiar este mundo, eso que llamo SynEntropya...

Página 1 del cuento

Página 2 del cuento

Presentación de la Revista donde aparece el cuento


Prestamos por señas

(Revista Presencia Número 2 año 1982)

Muchos recuerdan y añoran la Chinácota de hace 40 o más años, cuando estaba en ciernes la geneneración de los que ahora son afamados profesionales, ejecutivos de éxito o prósperos comerciantes o industriales. “Piernipeludos” o volantones eran en aquella época los Villamizar Suárez, los Carrero, los Cáceres, los Leyva, los Torres Durán, los Seade, los Camargo, los Lara… y cuántos más.

Chinácota era entonces más pequeña, más aldea… pero más amable, más íntima, más cálida. Es por eso que lo que ocurría al abrigo de cuatro paredes, nimio y sin consecuencias, tomaba características de suceso desproporcionado, digno de comentarios y acomodos en muchas leguas a la redonda.

Sucedió en aquellos tiempos la anécdota que a continuación, a unos les cuento y a otros les recuerdo. Frente al parque, junto a la esquina de lo que hoy es la “Abeja de Oro”, tenía su local de compra de café don José Seade. Más abajo, donde actualmente se halla el “Cine Iscalá”, estaba “La Cosmopolita”, inmenso establecimiento comercial de don Manuel Waldo Carrero, atendido por una legión de empleados que lo mismo despachaban un litro de Brandy, una libra de alabre, un corte de soda importada, un frasco de curatina o herramientas de trabajo. Don Manuel Waldo, frente a la Caja Registradora, supervisaba la labor comercial y la clientela.

Al negocio de don José Seade llegó una mañana cierto hombre con aire de afán y le dijo: Don José, que le facilite urgentes cien pesos. Como don José lo miró con cierta desconfianza, el hombre se apresuró a decir: Como prueba de que es verdad lo que digo, asómese a la puerta que don Manuel Waldo le va a hacer la seña de que se los mande.

Por no dañar el compadrazgo y la armonía comercial que existía entre los dos patricios, don José le dio al hombre los cien pesos y salió a la puerta, aunque se demoró un poco mientras terminaba de despachara a un cliente.

El hombre llegó luego jadeante a “La Cosmopolita” y le dijo a don Manuel Waldo: que don José Seade que le mande cien pesos; los necesita urgente para completar lo de una compra de café. Y puede salir a la puerta que arriba está don José para hacerle la seña.

Casi al mismo tiempo salieron a la puerta don Manuel Waldo y don José y se hicieron la seña (lo que era usual entre ellos) que confirmaba el préstamo de los cien pesos.

Sobra decir que el diligente mandadero nadie lo conocía y nadie lo volvió a ver y que cien pesos en aquellos tiempos eran una apreciable suma.

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